Comentario
Mientras en el Próximo Oriente y en el Egeo se desarrollan las culturas neolíticas, en ciertas zonas del Cáucaso, ricas en minerales metalíferos, se produce tempranamente la revolución metalúrgica.
Si el Neolítico supuso una gran transformación económica, ésta se basó en la imitación de la Naturaleza mediante la reproducción del ciclo normal de los seres vivos, tanto vegetales (agricultura) como animales (ganadería). Sin embargo, la metalurgia es un producto puro de la invención humana, es un acto de transformación de la materia, desconocido hasta entonces y de enormes consecuencias de aceleración del proceso histórico. El dominio de esta técnica, muy especializada y constituida a base de experimentación (suma de éxitos y fracasos), transmitida oralmente dentro de castas de artesanos, tuvo una enorme repercusión en todos los ámbitos de la vida: aumento de la rentabilidad agrícola (debido a la mayor capacidad de tala de bosques y mayor profundidad en la roturación de los suelos con el arado provisto de un rejón metálico); mejora de las comunicaciones (con carros más ligeros, ruedas con ejes metálicos y radios; barcos realizados con tablas aserradas y unidas mediante clavos a una gran estructura y su consecuencia en navegaciones de largo alcance) o, como no podía ser menos, en las técnicas de la guerra, acelerando la carrera del armamento en un proceso que llega hasta nuestros días.
El inicio de esta nueva técnica presupone el aprovechamiento de metales nativos, oro y cobre en un principio, ya en épocas neolíticas. La metalurgia, como proceso de transformación de menas metalíferas, transforma la economía neolítica y provoca la demanda de útiles fabricados en nuevos materiales, todo ello en fechas aún discutidas, pero en todo caso anteriores al VII milenio. En Çatal Hüyük (Anatolia), el cobre y el plomo aparecen en su estrato IX, fechado hacia 6350 a. C., si bien el período de los primeros metales, denominado Calcolítico, no se generaliza en Anatolia hasta mediados del VI milenio, después de unos niveles de destrucción en varios yacimientos, como por ejemplo Hacilar. Durante los dos milenios siguientes, la metalurgia se desarrolla y extiende hacia las zonas de los altos valles del Tigris y el Eúfrates, y hacia el oeste, a las costas de Siria y hasta Chipre, que pronto se revelará como una verdadera isla metálica por su riqueza en cobre, palabra que, en las lenguas romances, proviene precisamente del griego "kypros" o del latino"cyprium aes", nombres con que se conocía a esta isla y a su metal típico.